Su carrera profesional ha llevado a Dick Barba por muchas partes del mundo, sumergiéndolo en el arte de la destilación, desde los campos de agave del tequila hasta las ahumadas destilerías del whisky escocés. Y a lo largo del camino un sueño persistía: crear su propio ron, un destilado que capturara la esencia de su origen. Ese anhelo terminó llevándolo al corazón de Panamá.

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Sus primeros experimentos en un pequeño laboratorio en la Ciudad de Panamá comenzaron con la búsqueda del fundamento perfecto. Si bien la melaza es el estándar para muchos rones, Dick sentía que no revelaba la profundidad que él deseaba. Un encuentro fortuito con miel artesanal de caña de las tierras altas de Chiriquí lo cambió todo. Los resultados fueron tan transformadores, tan vibrantes, que supo que tenía que rastrear esa prometedora materia prima hasta su fuente.

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Al día siguiente, un viaje de 500 km lo puso cara a cara con el agricultor local que producía esta excepcional miel. Su encuentro con la región de tierras altas le dejó claro que ya no se trataba solo de la miel; se trataba de la tierra misma. Un rico suelo volcánico, un clima de selva tropical y el aire fresco de la altura: un terroir que le recordó a las grandes regiones del whisky, ideal para una maduración lenta y paciente. Inspirado por la meticulosa artesanía de los destiladores de whisky escocés, Dick supo que los alambiques de cobre eran la única forma de capturar el verdadero carácter de este ingrediente único.

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Y así, nació una pequeña destilería, enclavada a pocos kilómetros de los campos de caña de azúcar. Aquí, en medio del exuberante paisaje de las tierras altas en el corazón de Panamá, comenzó la alquimia. En estos alambiques de cobre, se estaba forjando un ron de clase mundial. Hoy, desde los aficionados al ron más experimentados hasta exigentes bartenders en distintas partes del mundo, dan una respuesta unánime: los rones de Casa Barú son algo especial. Rones con una historia que contar, destinados a ser compartidos con el mundo.